Al final del verano, cuando la misa del mediodía termina, Juana Alulema —antes de abandonar la iglesia— enfila sus pies hacia el Señor de la Justicia, que está sentado en el costado diestro del altar principal. Sus movimientos pausados y su cabellera mayormente blanca, revelan sus 94 años. Apenas llega, con dificultad se hinca y —con sus ojos fijos en los del Señor— toma su manto blanco y frota su rostro, mientras las velas danzan por la delicada brisa que llega desde la plaza. Ella vive en Latacunga y cada vez que visita a su hija en Quito participa de la misa en la iglesia Santo Domingo.