El sol mañanero de finales de abril se riega a través de la puerta y parte de la ventana. Sobre una gran mesa de madera se levanta la figura del santo Gregorio Hernández y varias imágenes del Niño Dios. Al fondo del taller, entre docenas de imágenes, está una de la Virgen María, de aproximadamente un metro de altura, erguida, vigilándolo todo. Junto a ella, como si fuera un santo más, aparece Edwin Muñoz, conocido como restaurador y santero, poniéndose su ropa de trabajo: una camiseta polo gris, un jean salpicado de pintura y un par de zapatillas blancas, mientras de un radio antiguo marca Clock, del tamaño de un ladrillo, sale la canción El arbolito, de Gerardo Morán.