Si usted, en medio de las nuevas tendencias comunicativas, había escuchado el término posverdad y no lo terminaba de entender, prenda la tele, la radio o enlace con algún medio digital, mientras menos riguroso, mejor. Puede que en alguno de ellos encuentre, de sopetón, un interesante ejemplo de posverdad, que está ocurriendo ahora mismo, ante nuestros ojos, con todos a bordo, en el Ecuador poselectoral.
Ponga mucha atención que lo voy a explicar. Mucha concentración, aunque cada vez es más difícil por la infinidad de distractores tecnológicos que nos rodean. Primero, como dicen mis amigos centennials, contexto: el resultado electoral del 13 de abril, en el balotaje, fue una sorpresa para muchos. Surgió, por increíble que pudiese parecer, una distancia de más de 10 puntos entre los finalistas, y tanto veedores como delegados de mesas de ambos grupos, matemáticos y sobre todo estudiosos del fenómeno político ecuatoriano, lo han avalado. Hasta varios altos dirigentes del grupo doliente del resultado lo han aceptado, en contra de sus caudillos que gritan ¡fraude! sin mostrar alguna prueba contundente, pero con el eco generado en sus amigos del club de la izquierda radical latinoamericana como música de fondo.
Es entonces cuando un plan B (que si no existía en la previa, crearon apenas se conoció la goleada electoral) empezó a correr, tratando de voltear la narrativa del momento de perdedores por más de un millón de votos a perjudicados por un fraude “que se ejecutó en las mesas electorales”, pese a que nadie, ni delegados ni observadores ni militares ni policías habían levantado quejas durante la jornada del voto. La no aceptación de los resultados de la candidata finalista, en el mismo tono y gestos con los que participó en el debate, fue el primer acto. El segundo lo conformaron las dudas llegadas desde México, Venezuela y Colombia, sobre el resultado, y en el caso del vecino Petro, cuestionamientos al desarrollo de las elecciones en que perdió su colega ideológica. Y el tercer acto fue pasar de derrotados que no admiten el revés a “perseguidos” a los que no dejan salir del país (nadie entiende qué judicialmente se los impide) con la representación que hizo el que fuera candidato vicepresidencial de RC, de “El hombre invisible”, en los mostradores de la migración terrestre hacia Colombia. Sí, el mismo que había dicho horas antes que se preparaba para “luchar” para demostrar el “fraude” ahora se quería ir, con gorra y mascarilla (las fotos son épicas), al vecino país, donde ya el presidente Petro les había ofrecido asilo a todos los que lo logren. No se sabe por dónde, pero el hecho es que se fue, para completar desde afuera la narrativa de persecución, al tiempo que las dudas del mandatario vecino han sido desmentidas por los mismos observadores que ese país envió al proceso electoral ecuatoriano.
“Posverdad: Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”, dice la RAE. De perdedores a perjudicados; de derrotados a desterrados y quién sabe qué falta por ver. Bienvenidos todos a vivirla desde adentro. (O)