Para nadie es un secreto que realizar actividad física de forma diaria, evitar fumar tabaco, mantener un peso ideal, dormir apropiadamente y tener una dieta rica en frutas, verduras y proteínas son algunos de los pasos claves para mantener una vida saludable.

Entre las posibles complicaciones que estas medidas pueden evitar están los episodios de hipertensión arterial y pulso bajo, es decir, una presión arterial superior a los 130/80 milímetros de mercurio (mm Hg) y una frecuencia cardíaca inferior a los 60 latidos por minuto.

Se trata de una combinación que puede ser causada por alguna enfermedad subyacente y, si no es tratada a tiempo, puede provocar insuficiencia cardíaca, accidentes cerebrovasculares, infartos, enfermedades renales, aneurismas, entre otros problemas.

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¿Cuáles son los síntomas de la hipertensión y el pulso bajo?

Cuando la presión arterial se suma a una disminución de la frecuencia cardíaca, se presentan diversos síntomas.

Según Health, los síntomas más comunes cuando se sufre de estos episodios de hipertensión y pulso bajo son los siguientes:

  • Molestias en el pecho
  • Dificultad para hacer ejercicio o intolerancia al ejercicio
  • Fatiga
  • Confusión
  • Debilidad
  • Aturdimiento o mareo
  • Desmayo o sensación de desvanecimiento

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¿Cómo se trata la hipertensión y el pulso bajo?

Además del tratamiento principal, es probable que le recomienden tomar algunos medicamentos.

Por lo general, se debe tratar la enfermedad que está causando el aumento de la presión arterial y la desaceleración de la frecuencia cardíaca, como el reflejo de Cushing, por ejemplo. Esta condición ocurre “cuando se produce una interrupción del flujo sanguíneo al cerebro que (...) hace que los vasos sanguíneos se estrechen, lo que eleva la presión arterial,” de acuerdo con la revista especializada.

En este caso, un médico de confianza puede indicarle como tratamiento la reducción de la presión en el cerebro mediante la extracción de líquido cefalorraquídeo o, en casos raros, cirugía cerebral.

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También es posible que le receten diuréticos, betabloqueantes, antagonistas del calcio e inhibidores de la ECA, con el objetivo de mantener una presión arterial estable.

(I)

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