El Ecuador cree que el pueblo es el soberano, sin embargo, no seamos ingenuos, los soberanos son los políticos y burócratas enquistados en el Estado. Ellos han construido una muralla de leyes y reglamentos para protegerse y multiplicarse, su arma más letal es el código de trabajo, con ello han contaminado al sector público y privado, para tener un control total, y hacer que el desahucio sea una lotería, para perpetuarse en el poder, como resultado tenemos un déficit fiscal insostenible, que nos obliga a endeudarnos cada vez más, lo que pone en peligro la dolarización, la seguridad del Estado, e impide el acceso de la población a la vivienda, educación, salud y servicios públicos.
En la Asamblea, con sus debidas excepciones, se supone que hay personas que tienen capacidad para ejercer el cargo, pero no es así, necesitan de cuatro a ocho asesores, que piensen por ellos, como resultado la mayoría en la Asamblea la tiene un partido político en el que todos sus dirigentes están presos o prófugos. El caso Metástasis nos ha revelado que los grupos de delincuencia organizada tienen el control de las ciudades y el derecho a cobrar impuestos. Con estas leyes no hay, ni nunca habrá inversión extranjera y si la hay es solo en minería, donde solo necesitan máquinas.
La burocracia es una herramienta de dominación política, dice Max Weber, peor aún si no sabemos si son políticos o delincuentes. Debemos reinventar al Ecuador, reducir el tamaño del Estado y el gasto público, y derribar una muralla de leyes injustas que solo asegura su permanencia, para salir de una burocracia inútil que amenaza la dolarización e impide nuestro desarrollo. (O)
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Juan Orús Guerra, Guayaquil