Imaginemos que el denominado “periodista esencial”: doctor Francisco Eugenio Javier de Santa Cruz y Espejo, agobiado por el trabajo que habrá implicado ser el editor, redactor, productor, impresor y distribuidor del primer periódico quiteño, Primicias de la Cultura de Quito, aparecido el 5 de enero de 1792, cae en un imperturbable e incansable sueño de 150 años continuos.

Probablemente, al despertar hacia enero de 1942, se verá profundamente sorprendido por los cambios geopolíticos y económicos de la época: una gran conflagración mundial, la segunda. Submarinos alemanes hundiendo buques de transporte de combustible mexicanos. Ejército británico derrotando a alemanes e italianos en el norte de África. Y Ecuador obligado a aceptar un tratado de Paz, Amistad y Límites con el Perú que nos exfoliaba todo el territorio amazónico que nos pertenecía hasta las riberas del Amazonas.

Desinformar da fortaleza al terrorismo

Pero en lo comunicacional, el padre del periodismo ecuatoriano no encontraría mayores cambios en métodos y técnicas del ejercicio iniciado por él: los periódicos serían las mismas sábanas de papel con interminables textos llenos de opinión y propaganda. Rudimentarias formas de impresión, y no tan avanzadas líneas de distribución. Y el uso de imágenes serían casi nulas manchas inmóviles de degradación de grises.

Quizá lo realmente nuevo sería la profusión de medios impresos con el objetivo editorial de sostener un periodismo de barricada. Se enteraría también de que, en varias ciudades conglomeradas para formar un país llamado Ecuador, se crearon otros medios no tan duraderos tal cual este ejercicio onírico con Espejo.

El periodismo ecuatoriano

Ahora, imaginemos que el asistente de prensa del diario local El Tiempo, al que cariñosamente llamábamos “Asmalito”, caía, a finales de la década de los 90, en ese imperturbable sueño, pero ya no de 150 sino de solo 15 años. Al despertar el asombro no cabría en su entendimiento de cómo se hacían periódicos: papeles y tintas reducidos a una serie de combinaciones digitales de ceros y unos; enormes naves industriales que cabrían en la memoria de un teléfono, desde el cual se remiten las informaciones el momento en el que ocurren. “Asmalito” se sentiría fuera del planeta prensa en el que se durmió solo 15 años.

Lo cierto es que el periodismo vive niveles vertiginosos de transformación tecnológica, resignificación de la imagen, relatos transmediales que dejarán para tiempos que no querremos recordar, aquellas épicas jornadas como las emprendidas por Espejo o Solano. Sin embargo, estamos aquí.

Apuntes sobre ética periodística

Como profesionales o formadores de nuevos periodistas debemos ser no solo celosos guardianes de los fundamentos del oficio, sino los promotores de esta profesión adaptada a las nuevas demandas tecnológicas. Guardianes de los conceptos esenciales que rigen la ética de la profesión. Inconformes con las amenazas al ejercicio, disfrazadas de nuevas propuestas, autoconsagradas para ser la posta de un oficio digno, pero con prácticas corruptas que terminan poniéndolos en evidencia. Irreverentes con aquel periodismo que, de ser los celosos guardianes del poder, mutaron a ser el poder sin guardianes. (O)